sábado, 21 de diciembre de 2013

Ermitas de la Encarnación y Cubillana, Arroyo de San Serván

Arroyo de San Serván, como otros muchos pueblos de Extremadura, esconde entre sus casas, plazas y caminos una muy interesante evolución histórica, que en su caso además va acompañada de una buena parte de leyenda y aunque ya no podamos reconcerla entre sus reformadas calles ha marcado casi con toda seguridad el carácter y la esencia de sus gentes.
Su origen fue una pequeña aldea bajo la influencia directa de la romana Emérita Augusta, a la cual se le fue dando diversos nombres, Casas Buenas de Mérida, Arroyo o Arroyo de Mérida. Pero esta aldea hay que unirla históricamente a otros dos núcleos poblacionales próximos, Perales y Cubillana, pues en tiempos del Maestre de la Orden de Santiago D. Lorenzo Suárez de Figueroa en el año 1385, decidió fusionar las tres poblaciones en un sólo lugar y reagrupó a los habitantes de Perales y Cubillana en la aldea de Arroyo.

En la cima de su sierra existen varios abrigos que todavía conservan pinturas rupestres, de lo que se deduce que la zona ya estuvo habitada desde el paleolítico, aunque la primera referencia histórica sobre el lugar la encontraremos hacia el siglo III, cuando los Santos Servando y Germán, huyendo de Emérita Augusta, donde nacieron, buscaron refugio y vivieron como eremitas durante varios años entre los roquedos de esas cimas. Allí mismo se llegó a edificar una ermita dedicada a los dos santos martirizados en Cádiz, y de ellos procede el nombre con el que finalmente se denominaría la villa.

En la falda de la sierra, muy cerca ya del núcleo de población, encontraremos las ruinas de lo que fue la Ermita de la Encarnación o Ermita de la Madre de Dios de la Sierra, uno de los edificios religiosos con más historia de la comarca. Levantada posiblemente a mediados del siglo XV, desde entonces se veneraba allí una imagen de talla y estilo gótico, de la que aún perduran algunos restos integrados en una imagen de la actual parroquia de Arroyo de San Serván. Hacia 1.501 pasó a formar parte de la Orden Franciscana hasta 1519, y en 1718 sufrió una profunda remodelación adaptándose a los gustos y posibles de la época. En 1927, amenazando ya ruina, se abandonó.


Entre sus restos destaca lo bien conservadas que se han mantenido sus pinturas murales y el retablo mayor de fábrica.


Las pinturas en su mayoría son motivos florales o geométricos, aunque se observan en la que fue una de las capillas laterales del ábside (que estuvo abovedada) también algunas figuras humanas (o divinas en este caso seguramente). Muy coloridas, es curioso su buen estado de conservación, teniendo en cuenta que llevan a la intemperie más de ochenta años. Las pinturas son atribuidas a la familia Mures, padre e hijo, pintores de la escuela sevillana, del siglo XVIII, que también decoraron la ermita de Cubillana y de los que podemos encontrar algunos lienzos en la Catedral y el Museo de Bellas Artes de Badajoz.


Incluida en la Lista Roja de Patrimonio en Peligro de la Asociación Hispania Nostra, se encuentra en ruinas, pero no abandonada. En algunos de sus rincones se han levantado pequeños altares con imágenes, exvotos, velas, flores, por parte de fieles que siguen acudiendo a la ermita y que le dan al lugar un aire extraño, diferente, casi mágico.




Hay otro lugar, muy cerca, casi desconocido, y que sin embargo es de una enorme importancia para la historia de Extremadura: la ermita de Cubillana, que en otro tiempo fue el Monasterio de Cauliana.


Situado junto al Guadiana, del que tan sólo le separa una sólida muralla, no se conoce la fecha exacta de su fundación, aunque se cree que fue sobre el año 550, en tiempos del Obispo Paulo, cuando Emérita era centro religioso y administrativo visigodo de primer orden. Ligado al Monasterio existía una Escuela Monacal, que es considerada una de las cunas de la cultura visigoda lusitana, pues de allí salieron funcionarios públicos, letrados y eclesiásticos que después ocuparían los altos cargos administrativos de la época.


Posiblemente destruido en su mayor parte durante la invasión árabe, tras la reconquista se reconstruiría tan sólo su iglesia, que acabó siendo ermita y que hoy en día, tras las desamortizaciones del siglo XIX, se encuentra en manos privadas, rodeada de altos setos y alambradas, instalaciones agrícolas y perros asesinos.
La vetusta Cauliana, vieja universidad visigoda, origen del tantas leyendas, donde se dice que Don Rodrigo, el último rey visigodo, buscó refugio tras la batalla de Guadalete y curó sus heridas antes de seguir huyendo hacia Portugal, o de, quizás, morir allí mismo... es hoy un lugar prohibido, escondido para que nadie lo busque, próximo a su olvido.